La solución la ha aportado un sencillo experimento que publicó ayer la edición digital de la revista Science. Para realizarlo se tomaron imágenes de la actividad cerebral cuando un grupo de voluntarios a los que se les había asignado un presupuesto simulaban que iban de compras. Durante su paseo virtual por los escaparates virtuales, los 26 voluntarios, del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh (Pensilvania), fueron bombardeados con imágenes de artículos apetecibles: reproductores de imagen y música, bombones, discos, artículos de decoración, ropa de marca... Y se les pidió que eligieran entre todo lo visto qué iban a adquirir con el presupuesto asignado.
Lo primero que descubrieron los investigadores es que una parte del cerebro, llamada nucleus accumbens, se iluminaba cuando los voluntarios veían los objetos que les gustaban. En algunos casos, esa lucecita no dejó de funcionar en ningún momento -se trataba de los voluntarios más caprichosos-; en otros, apenas se activó un par de veces. Esta zona está relacionada, por ejemplo, con los circuitos de recompensa en el consumo de algunas drogas, como la cocaína.